Por Carolina Paz, Experta en Medicina China y Acupuntura Bioenergética
Bariloche, mi casa, «Ambulatorio km 13», la consulta donde semanalmente llegan personas en busca de alivio a sus diferentes dolores del cuerpo y el alma. Desde lumbalgias hasta tristezas profundas, cada cual con lo suyo, todos con la necesidad de estar mejor.
Y es el lugar donde suceden cosas que no solamente tiene que ver con técnicas propias de la Medicina China, y demás terapias que aplicamos, sino también con las sincronicidades que se manifiestan en torno a un Espacio Terapéutico, que según percibo, es algo más que el ámbito físico propiamente dicho, un estado que se promueve y manifiesta, algo que emerge desde la profundidad y se muestra.
Acá en el living de casa, que hace también de sala de espera, mate de por medio, los pacientes quedan inmersos de mi propia cotidianeidad. Surgen charlas, hablamos del clima, del jardín, de las plantas.
El verano pasado, un día de sol, llamó una mujer, Julia. Estaba de vacaciones y que alguien le había recomendado venir a atenderse con nosotras.
Le hice algunas preguntas y en un momento noto que tiene una oreja diferente de la otra. Entonces me cuenta que nació sólo con un pedacito de su pabellón auricular. De niña, le hicieron muchos estudios para ver si todos sus órganos estaban bien y ya de preadolescente comenzaron con los tratamientos quirúrgicos. Su madre la llevó a varios especialistas y cirujanos plásticos. Julia de niña, no tenía ningún problema con su oreja mas que la apariencia. Tuvo 12 cirugías reparadoras donde extrajeron tejido de otras partes de su cuerpo para reponer su oreja.
Mientras, otra paciente espera, continuamos atendiendo a otras personas y ellas se pusieron a charlar.
La otra mujer es Vero, vive acá en Bariloche y tiene una hija de seis años que se llama Julia. Ella nació sólo con un pedacito de oreja. De pequeñita le hicieron varios estudios para asegurarse que Julia (la niña) estaba bien. Ella juega con sus amigos tranquilamente sin que le preocupe su orejita. Pero su mamá está preocupada por su futuro, por la estética, los chicos de la escuela, y todo lo que ella cree que puede impactar negativamente en la vida de la niña. Esta pequeña particularidad que ella tiene en definitiva nada afecta la salud de la pequeña. Ya comenzó a averiguar para en algún momento hacerle una cirugía reparadora. Vero (la mamá), está bastante angustiada por la situación.
Y acá están las dos, sorprendidas del encuentro y de sus historias en común. Charlaron largo rato. Julia le dijo a Vero, la mamá de la niña, que escuchara a su hija antes de empezar a someterla a una serie de cirugías y tratamientos. Que para ella habían sido muy traumáticos todos esos años de quirófanos, cuartos de hospital, dolor e incertidumbre.
De pronto las encuentro abrazadas, emocionadas hasta las lágrimas. Julia solo había conocido a otra chica con su misma situación que había sido cuando la internaron en su primer cirugía. Y ahora 40 años después, como en un espejo atemporal, se encontraba frente a la mamá de Julia y le pedía que escuche a su hija. La emoción, también tocó nuestros corazones. Algo se había transformado en todos nosotros.
La sanación opera en niveles insospechados.
A veces los terapeutas podemos propiciar espacios, mantenernos en ese centro vacío, desprovisto de juicio y expectativa, sin deseos ni temor, donde dejamos de pretender un resultado determinado, donde suceden cosas más allá de las teorías. Si nos convertimos en meros observadores, por un instante podremos ver la red que inexorablemente nos conecta a todos.